Este capítulo pertenece a un libro mío ya agotado en que hablo de la parte negativa del Temple.
Y, los panegíricos que muchos autores hacen de dicha Orden los comparaba en dicho libro con las mentiras que se han contado sobre la batalla del El Álamo por parte de los tejanos y más tarde los EEUU contra los solados mexicanos ( mira que me cae mal su actual presidente, el populista Obrador o Cobrador o cómo se llame el tal…)
Aquí lo dejo
El día 6 de marzo de 1836, cuando apenas empezaba a clarear el día, 183 hombres, principalmente norteamericanos aunque los había de otras procedencias, armados hasta los dientes, esperaban junto a muros y parapetos a que un enemigo muy superior en número, pues se supone que eran más de tres mil, e incluso mejor armado ( y mandados por oficiales profesionales) gracias a su tren de artillería, arremetiera contra la antigua misión española, convertida en aquellos momentos en una pequeña y rudimentaria fortaleza.
Entre los muros secos de sol y centenarios, estaban tres hombres que se harían célebres e incluso legendarios tras su muerte. El joven e inexperto comandante de los sitiadores, William Barret Travis, el rico y valiente Jim Bowie, famoso por su enigmático y ya legendario cuchillo ( el cual ha creado escuela) y sus duelos, siempre victoriosos, a muerte, y el camorrista, bebedor y fanfarrón cazador y explorador David Crockett. El primero murió en los primeros momentos del asalto. El segundo sólo tuvo la oportunidad de demostrar su valor, que nadie puede poner en duda, matando de un disparo a quemarropa a un soldado mejicano desde su cama, ya que los últimos días los pasó acostado, sufriendo de lacerantes dolores, posiblemente debidos a una hernia discal. El tercero, según las pocas crónicas hechas ese mismo día, fue muerto a golpes de bayoneta y machete por los soldados mejicanos; una vez finalizado el combate, se le encontró junto a otros cuatro (otros dicen que solo dos) compañeros, escondido entre sacos, barriles y vituallas, e incluso se dice, aunque quizá se trate solamente de una calumnia, que estaba disfrazado de mujer, para pasar desapercibido.
Desde que sonó el primer disparo hasta que el fuerte-misión, cayó en manos de las tropas regulares mejicanas del general Antonio Miguel de Santa Ana, transcurrieron NOVENTA minutos. Ese cruento suceso es actualmente conocido y magnificado como la batalla de El Álamo.
Quien más quien menos ha visto, en alguna ocasión, el film interpretado y dirigido por el patriotero e impresionante actor norteamericano John Wayne, el impecable Richard Widmark, y el siempre polémico y variable Laurence Harvey, entre otros, y cuyo guión, obra de James Edward Grant, si lo comparamos con el suceso histórico que al parecer es el real, solo coincide en la fecha, el lugar, San Antonio de Béjar (Tejas) y una contienda que seguiría aún durante bastantes meses y que enfrentaría a tejanos y mejicanos, con el beneplácito, cuando no la instigación directa, de los ya por entonces expansionistas Estados Unidos de Norteamérica.
Antes de continuar, que quede claro que no queremos, en absoluto, sacar ni un ápice de valor y consideración a los hombres de los dos bandos. Hombres que murieron por unos nobles ideales, hecho que, personalmente, consideramos totalmente digno de admiración y respeto. Sólo hacemos mención de este bélico acontecimiento para que el lector vea cómo en algo sucedido hace menos de dos siglos, la gente—lógicamente los norteamericanos— ha hecho de una cortísima batalla todo un hecho épico y ha intentado y conseguido, como ya es habitual en ellos, que personajes con “sombras” ( como Crockett, por ejemplo, o el presumido y absurdo en ocasiones, Travis) estén rodeados, en cambio, de “luces” y que con el paso de las décadas, la mayoría de la gente crea en la versión “patriotera” y manipulada de unos para olvidar lo que realmente sucedió en aquello que, el historiador Edoward Bobrowski, especialista en el tema, denominó en uno de sus trabajos al respecto, como “Los noventa trágicos minutos del Álamo” .
Algo muy parecido ha sucedido con el tema de los Caballeros del Temple. Nadie puede dudar que, durante su existencia, fueron una gran potencia militar, religiosa y política (sin olvidar la muy importante parte económica) y que sus guerreros contribuyeron extraordinariamente a la “reconquista” temporal de los llamados Lugares Sagrados o Santos Lugares durante las cruzadas en Tierra Santa. También es verdad que fueron ellos los que, muy posiblemente, abrieran las puertas de la luz a una Edad Media llena de oscurantismo, ya que es más que probable que el siempre maravilloso, impresionante y hermético estilo gótico, verdadera enciclopedia de los distintos SABERES ( geometría, simbología, arquitectura, ingeniería, alquimia, matemática, escultura, astronomía, astrología…) puede que tuviera más relaciones con los templarios de lo que habitualmente se dice. Sobre este tema, mencionaremos una teoría que asegura que además de coincidir prácticamente el nacimiento del gótico con el comienzo de la Orden del Temple, las grandes cantidades de dinero que en un principio se destinaron a erigir las grandes catedrales solo podían salir de las dos grandes potencias económicas del momento (además de las aportaciones voluntarias): judíos y templarios; y los primeros no eran precisamente muy dados a invertir su dinero en monumentos cristianos. Pensemos que no será simple casualidad, o al menos eso creemos, que el primer edificio religioso que podemos definir como gótico, el de Sant Denís, fue mandado construir por el abad Suger en 1137, y este religioso, era amigo personal de Benardo de Clairvaux, promotor del Temple. Otro factor a tener en cuenta es el auge que los templarios dan al culto primordial a la Virgen, bastante secundario hasta entonces, incluidas muy particularmente las de color negro, o lo que es lo mismo, el regreso a la ancestral devoción hacia la Gran Diosa Mater, la Madre Primigenia, tan común en todas las culturas y civilizaciones y que se remonta a los primeros pasos trascendentales del hombre, el cual regresó a la “casi” cristianizada Europa, de la manos de esos guerreros-monjes. Otro aspecto que no debemos olvidar es la gran movilidad que dieron a la economía y el comercio europeo y que muy posiblemente fueron, como veremos en otro capítulo, la piedra primordial de lo que hoy es la economía de Occidente, y los “padres” de la banca en Europa. Llegados a este punto, creemos interesante citar la controvertida, y posiblemente algo exagerada, frase del historiador especializado en órdenes militares medievales Desmond Seward: Ninguna otra institución medieval ha hecho tanto para el auge del capitalismo.
Sus conocimientos esotéricos fueron, sin ningún tipo de duda, una realidad. Tanto la geobiología, simbología, hermetismo, arquitectura sagrada, como aspectos de la magia cósmico-telúrica que hoy nos pueden parecer fantasiosos. Sus contactos durante las cruzadas con los movimientos y las escuelas místicas e iniciáticas de Oriente, principalmente de Egipto y la antigua Mesopotamia, e incluso con la misteriosa secta de los “asesinos”, de los que hablaremos extensamente en otro capítulo de este libro, les introdujeron en unos conocimientos de los que Europa, exceptuando quizá la culta España musulmana y los principales enclaves con población judía, tan siquiera conocían y que, en algunos casos, pudieron iniciarlos en secretos perdidos. Libros antiguos, que se remontaban a siglos o quizá milenios, pudieron muy fácilmente ser consultados por algunos dirigentes templarios durantes sus correrías por tierras orientales, y en ellos aprendieron conocimientos que la oscurantista y supersticiosa Europa, siempre férreamente vigilada de cerca por la dogmática Iglesia Católica, hubiera sin duda anatemizado.
Pero, en general, se tiende a creer—y pensamos que de forma totalmente equivocada—, que TODOS los templarios estaban iniciados en antiguos y trascendentales secretos provenientes, quizás, de antiguas y casi olvidadas civilizaciones, desde las mesopotámicas, hasta la siempre fascinante del País del Nilo. No dudamos ni un sólo momento en afirmar que la cúpula jerárquica del Temple, o más aún, una élite dentro de la orden, sí que tuvo unos conocimientos esotéricos muy importantes que, entre otras cosas, les llevó a desear la posesión de antiguos enclaves sagrados, secretos que incluso actualmente pueden en parte haber heredado sociedades más o menos secretas, como los francmasones, por ejemplo. Sobre este elitismo, el investigador Gillete Ziegler, autor del libro Les Templiers asegura que existió en el Temple una regla diferente a la “oficial”, que era conocida solo por algunos, y no todos, de sus dirigentes, y que tras la persecución de la orden por el papa y el rey de Francia, habría sido destruida, o quizá, ocultada.
Como vemos, esto es muy distinto a pensar que por el hecho de ser miembro de la orden del Temple, en sus distintos grados o categorías, todos ellos fueran unos “iniciados” en los grandes secretos, y guardianes de Verdades Desconocidas, como el Santo Grial, o el Arca de la Alianza, o la descendencia de Jesús, tema actualmente muy de moda. Hay mucha diferencia entre estas dos afirmaciones, y no somos los únicos en estar convencido sobre ello, pues los periodistas Lorenzo Fernández Bueno y Josep Guijarro Triadó, en su interesante libro Rex Mundi (ver bibliografía) opinan aproximadamente lo mismo y dicen textualmente: sabido es que los templarios, guerreros primero y monjes después, eran un grupo hermético, enormemente estructurado y jerarquizado , donde cada miembro tenía su lugar, y no todos, sabían lo mismo. El conocimiento, no llegaba a todos por igual. Estamos totalmente de acuerdo con ambos periodistas, los que además, y en el mismo trabajo, dicen al hablar de los templarios y sus “supuestos” amigos los cátaros y su cuestionada “custodia” del Santo Grial: Seguramente el Grial, nada tiene que ver con un linaje de sangre, cuya importancia es irrelevante, puesto que puede verse truncado en cualquier momento por un accidente, una enfermedad, un caso de esterelidad…y seguramente tampoco es un cáliz, pues para ellos Jesús, era uno más, que andaba por la Tierra; en todo caso, Jesús no fue Cristo, hasta que estuvo en la cruz ( sin entrar en detalles sobre si murió o no murió en ella). Palabras que hacen pensar mucho sobre el Conocimiento real que tuvieron “algunos” dirigentes del Temple, y principalmente sobre cual era realmente su OBJETIVO FINAL..
Hemos de pensar que en una encomienda normal, podían vivir cuatro o cinco caballeros del Temple, más una veintena de sargentos, y quizá medio centenar de peones y auxiliares, de los cuales, posiblemente, y en el mejor de los casos, solamente “alguno” de los escasos caballeros, podían estar al corriente de parte de los secretos que conoció, y supo guardar perfectamente la Orden.
Desde hace ya muchas décadas, nos atrevemos a decir que desde la eclosión del neoesoterismo histórico de finales del siglo XIX, existe una verdadera corriente de simpatía, en ocasiones casi patológica, hacia los templarios y todo lo que les rodea o rodeó en su momento. Grupos neotemplarios están afincados en toda Europa e incluso, lo que es más curioso, en Hispanoamérica y los Estados Unidos, y en algunas ocasiones, entre estos mismos grupos, se disputan quiénes son los “verdaderos” herederos del Temple original. Pensemos que el año 1981, el Vaticano hizo un curioso estudio sobre las sociedades y organizaciones que se decían vinculadas, cuando no herederas, del Temple. Los resultados fueran abrumadores ya que se encontraron más de 400. Algunas de dichas asociaciones y organizaciones eran totalmente altruistas y benéficas y se dedicaban y siguen haciéndolo, a la ayuda a gente necesitada y a enfermos; otras, culturales e incluso folklóricas, y bastantes, simplemente sectarias o de dudosos propósitos. Llegados a este punto, voy a comentar una anécdota que fue uno de los primeros detonantes que me hizo, un ya lejano día, pensar en escribir un trabajo sobre la parte “oscura” y menos conocida de dicha orden.
Hace ya bastantes años, fui invitado a un debate sobre la Orden Templaria que se emitió en lo que por entonces se llamaba Canal 8 TV y actualmente es Barcelona TV. El programa era conducido y supuestamente moderado, por el siempre correcto y sobrio director de cine y televisión Francesc Herrera. Los protagonistas del debate, que fue de lo más “caliente” que se emitió en aquellos tiempos, ya que la “tele-basura”, actualmente omnipresente en los diferentes canales de televisión afortunadamente aún no había llegado de forma generalizada a nuestras pantallas, éramos el polémico periodista y fundador de la decana revista esotérica y paracientífica Karma 7 ( de la que yo era por aquel entonces coordinador de redacción), Josep María Armengou Marsáns (1), una persona radicalmente nacionalista, un medievalista de cuyo nombre no puedo acordarme, y que pese a haber intentado conectar con los encargados del archivo de dicho canal, nada queda al parecer sobre dicha grabación, y por lo tanto, no puedo recuperar su nombre, dos miembros de asociaciones neotemplarias, de origen sudamericano, y el autor. Que el programa iba a ser “visceral” pudo intuirse desde un principio, pues incluso antes de empezar la grabación, y por una extraña casualidad premonitoria, explotaron sin razón aparente dos de los focos del improvisado estudio televisivo, que en aquel momento, se encontraba en la popular y céntrica sala Abraixas de la Ciudad Condal..
Tras la introducción por parte del director-moderador, el medievalista hizo una aséptica e interesante crónica de quiénes fueron históricamente los templarios, y su influencia en la Europa medieval, principalmente en Cataluña y más tarde en la Corona de Aragón. Seguidamente, Armengou, muy fiel a su ideología, afirmó que dicha orden había sido fundada por un caballero catalán, concretamente por Hug de Pinós, miembro de una rancia y noble estirpe pirenaica, tema éste, que desde el siglo XVII, ha venido comentándose en más de una ocasión, y que relaciona a este caballero pirenaico con el fundador del Temple, Hug de Payns. Seguidamente, fueron los dos hispanoamericanos quienes hicieron un encendido panegírico de la orden militar, asegurando que fueron santos varones, que estuvieron en posesión del Santo Grial, que fueron los defensores de la cristiandad ante la barbarie sarracena, verdaderos ángeles custodios de los peregrinos y prácticamente que cualquier avance de la Edad Media había sido obra de los monjes-guerreros y que, lógicamente, ellos, los miembros de su orden neotemplaria, eran los “sucesores verdaderos” y “únicos” herederos de todos sus milenarios secretos. Mi intervención fue más heterodoxa, comentando que no todo eran luces en la historia del Temple, sino que habían bastante sombras en sus casi dos siglos de existencia. El revuelo, la indignación, e incluso la agresividad verbal de los dos sudamericanos, fue desproporcionada, y lo que tenía que ser un tranquilo debate terminó en un enfrentamiento verbal que, en algunos momentos, superó las normas más básicas de la educación, lo que fue in crescendo al hacer Armengou un comentario que hoy diríamos xenófobo sobre aquellos dos neotemplarios de ultramar. Terminada la grabación, continuó el desagradable espectáculo debido al mal entendido entre los dos “neotemplarios” y el fundador de Karma 7 sobre la posesión templaria de Tortosa, pues mientras uno se refería a la ciudad catalana, uno de los últimos enclaves musulmanes en tierras catalanas, los otros lo hacían en referencia a lo que fue importante enclave y fortaleza templaria desde el año 1152 durante las cruzadas, y situada en territorio sarraceno, concretamente en una zona muy estratégica de la por entonces poderosa Siria, y frente a la cual, en un islote rocoso, se levantó, como veremos más tarde, el último baluarte de los templarios en Oriente. La única conclusión que saqué del acalorado debate es que había gente que, bien por convicción, cuando no, por intereses personales ( incluso económicos y lucrativos en algún caso), eran capaces, no solamente de monopolizar a los antiguos templarios, sino de lo que es igualmente negativo, de desmentir cualquier “mancha negra” o sombra en la historia de aquellos hombres armados y rudos.
Se tiene que ser muy dogmático o muy cerril de mente para no aceptar que en una institución tan poderosa y con una larga trayectoria de casi dos siglos, y donde militaron docenas, posiblemente cientos de miles de hombres, guerreros, y que llegaron a poseer un gran poder en todos los sentidos, no lo olvidemos, no pudieran existir muchos aspectos negativos y deleznables, aunque parece que exista un pacto de silencio sobre esa otra historia del Temple.
Así me lo hizo ver un día, mientras comíamos en un agradable restaurante de la antigua y bella ciudad francesa de Carcasona, el historiador galo Jean Louis Gasch, con el que había tenido cierta polémica durante el primer congreso de “Catarismo y Gnosis” celebrado en la milenaria ciudad amurallada, tema del que hablaremos más adelante. Concretamente el francés me comentó las malas acciones, algunas de ellas bélicas, que los templarios habían realizado en tierras occitanas contra los cátaros, y de las que al parecer, la mayoría de investigadores, preferían dejar en el olvido, y de las que comentaremos algunos casos en un capítulo posterior.
Quizá por estas anécdotas que he comentado, decidí escribir este trabajo, que vuelvo a repetir, no es ningún “ataque” a los caballeros templarios y su institución, de la que ya he escrito abundantemente en otros libros anteriores, y de forma generalmente favorable, sino presentar al público una serie de acontecimientos históricos, que sucedieron, fueron reales, llevados a cabo por hombre de carne y huesos, con sus virtudes y defectos, que de todo lo hubo, y que en cambio, la mayoría de investigadores, prefieren, por desconocimiento o por “simpatías”, obviar.
Un ejemplo sería el del Gran Maestre Gerard de Ridefort, al que dedicamos un capítulo entero en este libro, y que siendo la máxima autoridad del Temple en su momento, reunía en su persona casi todos los pecados que puede tener un hombre, exceptuando la cobardía, la cual tampoco está clara. Soberbia, codicia, orgullo, violencia, ira, defectos todos ellos que pasaron a ser símbolo y señal templaria para los muchos enemigos del Temple en su momento.
Antes de continuar, prefiero ser repetitivo y reafirma, que la parte positiva de los templarios es digna de gran elogio, y mucho más, en la Península Ibérica, en que jugaron un importante papel en la reconquista contra los árabes, o en el apoyo que sin duda aportaron y ya hemos mencionado anteriormente al precioso y hermético estilo gótico, que llenó Europa, empezando por Francia, cuna del templarismo, de magníficas catedrales (2), pero de eso ya se han ocupado sobradamente otros autores, incluso yo mismo, en otras obras. En las páginas que vienen a continuación, sólo tenemos por objetivo presentar una serie de sucesos históricos que demuestran que no todo es oro lo que reluce y que los monjes-guerreros más famosos, sin duda, de todos los tiempos, tuvieron en algunas ocasiones, una cara “siniestra”, muy lejana a la caballerosidad y piedad cristiana que siempre se les supone (3).
- Supongo que el hecho de ser invitados al debate Josep María Armengou y yo, se debió entre otras cosas, a que él, como director, y yo, como jefe de redacción ( durante los primeros números), formábamos junto a Armand de Sant Bernat ( pseudónimo del esoterista y escritor especializado en temas religiosos Lluis Utset) y Silvia Ferré, el staff de la publicación Cuadernos de investigación templaria, la única revista ( de venta por suscripción) especializada que nosotros sepamos, que existía por aquel entonces en España sobre el Temple. Más tarde se supo que algunas de las entrevistas aparecidas en dicha publicación, y firmadas por A. Lavaix Escales, habían sido manipuladas, y que incluso tras ese pseudónimo, se encontraba posiblemente el mismo director de los cuadernos. Aquello fue el final de dicha publicación.
- Para los interesados en el arte gótico, y principalmente en sus catedrales, aconsejamos el libro La cuna de las catedrales ( ver bibliografía)
Al final de esta obra, presentamos una escogida selección de obras sobre el Temple, que pueden servir como ayuda a los lectores que deseen ampliar su estudio sobre dicha