Hace pocos días el gran escritor catalán Juan Marsé daba un «repaso» a ciertos premios literarios, concrétamente al Planeta y, de paso algunos más ( al final dejamos un enlace).
Yo no tengo caché para criticar o aplaudir dichos premios, de los que he leído muy buenos trabajos, cómo el de Juan Eslava Galán y su Unicornio y alguno más, no muchos.
Tengo referencias; me han contado; como no soy gilipollas y conozco algun@s personas puedo pensar que…Pero allí queda la cosa.
En general no creo en absoluto en los premios literarios.
Mi experiencia con el mundo literario se basa sólo en casi una sesentena de libros publicados ( ninguno un best seller, quede claro), bastantes prologados, once años se cumplieron ayer cómo pequeño editor, y cinco largos años como asesor literario en el Grupo Editorial Protusa, grupo del que realmente era director periodístico, pero que, a la hora de decidir qué libros se editaban y cuáles no ( hasta que el editor encontró un chollo en hacer pagar a los autores, en lugar de lo contrario) siempre era requerido al despacho del » jefe» , justo al lado del mío, para decidir.
Con esa pequeña logística literaria añadiré que, sólo en una ocasión formé parte de un jurado literario.
Lo mejor, la cena en un restaurante llamado «Las Murallas de Ávila», justo al lado de mi casa, y que ahora creo que es «made in Fu-Manchú»
Lo peor, las tardes de discusión y «selección» literaria en la redacción de la revista especializada » Mundo Oculto» que por entonces yo dirigía. Y en la que nos reuníamos el editor, su «socia» ( en mis tiempos se denominaba de otra forma) treinta años más joven que él y dos enormes glándulas mamarias que lucía generosamente, dos de sus lameculos oficiales ( actualmente veo a este tipo de «homínidos» incluidos los «lamealmejas» con cierta regularidad en algunas redes sociales) y mi secretaria, hija de mi editor.
Lo peor era las peleas que yo tenía para que dicho premio fuera otorgado de forma justa. Incluso en una de las reuniones, de las últimas, se creó una verdadera » guerra civil» entre mi editor y sus lameculos por un lado, y su » socia» ( de la que además fui confesor durante años, pues me contaba sus debanéos con distintos varones más jóvenes, sin saberlo mi editor) y quien esto escribe por la otra
Es que, en esa ocasión, el editor quería concederse el premio a sí mismo, en un libro escrito ¿?¿? ( por ser generoso, pues se lo habían hecho entre varios negros) con pseudónimo ególatra.
Por fin , y tras ciscarme en lo más alto ( ventajas de ser ateo) y dar cuatro puñetazos en mi mesa, conseguí que el premio literario se otorgara al menos malo de los trabajos presentados o, más concrétamente, a uno que se lo merecía algo más…Aunque más tarde supe que dicho caballero, pionero «elíptico»de aquel mundillo desde tiempos inmemoriales, se había pagado de su bolsillo la edición del libro » ganador».
Tras aquella experiencia de «jurado» y negándome a dejar parte de mi sueldo ( ¡¡¡qué tiempos aquellos en que el día 30 me ingresaban un sueldo fijo en mi cuenta!!!!) en cajas enteras de Fortasec y Almax, me negué, me niego, a formar parte de ningún jurado literario más.
Aunque sólo a los que yo, desde mi humildad profesional y negativa a lamer culos puedo llegar.
Que uno es pobre pero digno.
Explicada la razón de mi poca fe en dichos premios, voy a comentar el » Síndrome de las Moscas».
Primero pondré un simple ejemplo para conocer el síntoma general.
Un editor mío ( y poderoso empresario, por entonces socio de un muy conocido político y diputado catalán), el mismo de antes, un buen día empezó a recoger información ¿?¿? y pensamientos y sabidurías ¿ esotéricas? para un libro que iba escribiendo a mano.
Tras tener un centenar de páginas emborronadas, cuándo no fotocopiadas me lo dio a leer. Cómo cobraba cada mes no tuve más remedio que hacerlo.
La mañana del siguiente lunes me llamó en plan Tarzán, de despacho a despacho.¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡¡Miguelitoooooooooooooooooooooooooooo!!! Me presenté en su despacho y, con la confianza que nos teníamos y eso es una gran verdad, ya que es el único millonario no asquerosamente soberbio y déspota que he conocido, me preguntó: ¿ has leído mi libro; qué te parece?.
Mi respuesta, lo prometo por mi honor, y quiénes me conocen saben que no soy amigo de pelotéos y no colecciono amigos fue ¡¡¡Joan, es una puta merda!! ( no creo que haga falta traducirlo al castellano.
–Pues a mí me gusta mucho y lo vamos a editar— respondió el editor. Y así lo hizo
Se lanzó una edición ( ofsset, pues no existían las ediciones digitales) de dos mil ejemplares y se entregó a la distribuidora que llevaba los demás libros y que por aquel entonces era la mejor de Cataluña y de lo mejor de España. Prólogo Distribuciones.
A los dos meses, al recibir el listado de ventas título por título y CC.AA por CCAA, pudimos ver que, de aquel título en concreto ( con decenas de fotos en color) apenas se habían vendido una veintena de ejemplares en toda España. Y eso pese a anunciarlo a toda página en la contraportada de nuestra revistas ( lógico, pues cómo tantas otras editoriales son como Juan Palomo)
Mi editor, Joan puso cara de mandarina y me dijo ¿Miguelito, qué podemos hacer? ( él y su ego, que siempre cabalgaban juntos y en el mismo caballo, como los templarios ,pensaban que aquello que había editado era cómo mínimo la segunda parte del Quijote).
Fue entonces cuando, sentaditos ambos en el despacho del editor, lujo a porrón con vistas a la calle Diputació, y con generoso mueble bar, aunque él era y es abstemio, y poniendo yo cara de Risto Mejide pensador ( lo que hacía realmente, y debo confesarlo, era mirar descaradamente el tremendo escote de la » socia» de mi editor, que se estaba zampando un » bocata» de « blanco«, al parecer un embutido que le enviaban de su tierra, la preciosa Murcia) le expliqué al señor editor el » Síndrome de las Moscas»
—Mira Joan, cómo una buena parte de la gente es medio idiota, y más las que puedan leer tu libro, haz lo siguiente: vamos a mandar que en la imprenta nos impriman dos mil etiquetas adhesiva que ponga lo siguiente » Tercera edición. 200.000 libros vendidos» y lo haremos en color pistacho.
Y así se hizo. Se mandó que devolvieran los libros entregados, lo que tardó casi dos meses en ser posible. Se le entregaron los libros y las etiquetas a una de las seis hermanas de la «socia» de mi editor, y, tras pagarle lo que fuera, que eso no era cosa mía, ya tuvimos los casi 2.000 ejemplares con la etiqueta del «best seller»…
Se volvió a enviar a la distribuidora Prólogo.
Antes de terminar el mes y recibir las liquidaciones mensuales de la distribuidora, Prologo Distribuciones, recibíamos un fax en la editorial que decía más o menos: Manden del libro de referenciaXXXXXXXXX cinco mil ejemplares»
Los fotolitos empezaron a sacar chispas y, en una semana los cinco mil ejemplares de la segunda edición ya estaban a la venta o preparados en la distribuidora.
Cuando dejé de tener contacto profesional con dicha editorial ( las continúo a nivel de amistad) iban por la décima edición y, ya en pleno Euro, el PVP del libro , mejor dicho, del BODRIO, era de 60 euros
Lo que he narrado es real punto por punto
Y, si usted no entiende todavía lo que es el «Síndrome de las Moscas» le comentaré que hay un refrán que lo define: » Si cien mil moscas comen mierda es que debe de ser muy apetitosa
Carpe Dien
enlace sobre Juan Marsé: http://www.libertaddigital.com/cultura/libros/2017-02-14/juan-marse-narra-su-nefasta-experiencia-como-jurado-del-premio-planeta-1276592693/