—Urólogos académicos versus tocacojones vocacionales—

—Urólogos académicos versus cotacojones vocacionales—

Este de Europa año 1981.Todavía resonaba el eco de los disparos del teniente coronel golpista Tejero.

En el interior de un vetusto autocar Laz, posiblemente de origen ruso o húngaro viajaban once personas.

Un alegre, o mejor, siempre » alegre» ( el vodka era barato) conductor, nueve españoles, de hecho cinco, pues cuatro eran un grupito de jóvenes vascos euzcaldunes que ni se relacionaban con el resto de personas del » país vecino», y una mujer, al menos así lo indicaba su nombre ,Petrusca, que no su aspecto, funcionaria del Ministerio del Interior de la dictadura del país que el vetusto autocar debía de recorrer durante varias semanas.

Petrusca tenía cómo misión vigilar a los nueve capitalistas y, de paso dar algunas soflamas sobre el gran líder Nicolas Ceaucescu.

Recuerdo su pelo cortado al dos estilo militar y su profundo y desagradable olor a persona que no se lava con exceso y todavía utiliza menos el desodorante.No es exageración, era real.

Desconozco si tenía pareja y su sexo, pero mal debía de pasarlo en temas románticos con la tal Petrusca.

En el pequeño grupo de españoles, a los vascos los dejamos a su bola,oye pues, la hostia, destacaba un hombre bastante mayor que yo ( mi menda hacía muy poco que había cumplido los veintiséis años) y una tipa del Poble Sec a la que ya conocía del barrio y que fue una desgracia encontrarla a miles de km de casa.

Casi setentona y apodada «La Arpía», era famosa por sus constante problemas con otras personas,empinar el codo, coprolalia ( decir palabrotas) y sus ganas de destacar en todo.
Me recuerda mucho, pero mucho a otra vecina de ese barrio a la que esta semana he tenido que bloquear en FB a raíz de salir, quien esto escribe, en defensa de Juan Rada por un post político y liarse parda. Sin duda mis amistades de las rutas por la Barcelona mágica saben a quien me refiero.

Entre el distinguido caballero y la chabacana exvecina se creó desde el principio un ambiente hostil nada bueno para un grupo que debía de estar varias semanas conviviendo en un país, de hecho dos, extranjero.

Aquel hombre. madrileño, en las largas sobremesas tras las paupérrimas cenas, en las que pasábamos más hambre que Karpanta, aunque en el mercado negro podíamos arreglarnos gracias a los dólares y los marcos alemanes,jamás quiso decir su profesión ni a qué se dedicaba.

Una tarde lluviosa fuimos casi todos, pues los euzcaldunes siempre se separaban, a visitar la formidable torre medieval de Shigisoara. De cuatro inmensos pisos en aquellos tiempos, los dos primeros estaban dedicados a museo de Historia y los otros dos a museo de la medicina antigua.

En el más alto se encontraba la exposición de antiguo material quirúrgico ( medieval, renacentista y barroco) y de temas similares.

En una sucia vitrina, de hecho casi todo estaba sucio en aquel lugar, había un extraño aparato y dos letreros, uno en rumano ( lengua románica y no difícil de entender) y otro en francés.
Explicaban mas o menos que, aquel antiguo artilugio del siglo XVI y parte del XVII era similar a los modernos fórceps.

La exvecina, que no «diquelaba» el francés ( al menos hablado y escrito…) y mucho menos el rumano y quería tener su minuto de gloria soltó un: ¡¡¡Coño, cómo los que utilizan los dentistas en mi tierra para abrirte la boca»!!!

El elegante madrileño soltó un ¡¡me cago en Dios, ya no la aguanto más!! y bajó corriendo las peligrosas escaleras de madera.

Al poco salí detrás de él para calmarlo y, mientras él fumaba un cigarrillo justo al lado del caserón donde nació Vlad Tepes ( Drácula) estuvimos hablando y le pregunté:

— Fulano ¿ eres médico?

–Sí—me respondió secamente

—¿Se puede saber qué clase de médico en concreto?–le volví a preguntar.

Me explicó que era el jefe de cardiología de un muy conocido hospital de Madrid, pero que no quería que se supiera su profesión para que NO LE TOCARAN LOS COJONES TODO EL VIAJE LOS OTROS DEL GRUPO CONTÁNDOLE SUS MALES Y HACIENDO PREGUNTAS PROFESIONALES

Guardé el secreto y, durante los muchos días que estuvimos juntos en el viejo Laz, yo iba para reportear sobre distintos temas, y también durante una pequeña expedición con canoa visitando varias islas del delta del río Danubio y la zona fluvial del Mar Negro, sólo hablamos de Historia, materia de la que, aunque él era de ciencias, era todo una enciclopedia.

Pese a ser yo persona bastante picardeada, a mi edad no acababa de comprender esa aversión a que le tocaran lo que no suena,

Años más tarde, otra persona, que no era médico, pero sí un gran profesional y exdirector de la MEJOR revista de misterios, «Mundo Desconocido», en una de nuestras cenas dominicales en la Diagonal esquina Urgell me dijo algo muy parecido

—collóns, Andreas, mira que eres antipático a veces–le dije( se lo repetí más de una vez y en distintas ocasiones).

Con el tiempo y la edad la gente, al menos yo, cambia,

Hoy he hablado un rato con un buen amigo de hace décadas que corre por FB y es propietario de la mejor tienda de ilusionismo de toda Europa ( y también tiene su sección de esoterismo) y me decía

—la gente no compra apenas, pero le encanta tocar los cojones preguntando y haciendo pedidos falsos.

Hace apenas hora y media hablaba con un exeditor mío y propietario de la más antigua librería especializada de Barcelona y, aunque menos visceral me decía:

—la gente compra pocos libros, pero tocar los cojones, aunque sea por teléfono no paran…

La persona que se encarga de los pedidos de Editorial Bastet, que no soy yo precisamente, cada semana se queja de la cantidad de emails o incluso de llamadas telefónicas que recibe para peguntar cosas que NADA tienen que ver con dicha editorial, aunque sí en ocasiones con otras que, en muchos casos ni existen ya.

La cuestión es tocar lo que no suena

A mi edad ya tengo claro que, lo que me dijeron el cardiólogo madrileño y mi amigo germanoespañol eran una verdad cómo un puño

¿No sería mejor que estudiaran medicina y luego se especializaran en urología a la hora de tocar los…?

Sin duda vivimos nuevos aires, que no me gustan

Miguel Aracil

El autor

Periodista y escritor, mis pasos me han llevado a moverme por el mundo del misterio y de todo lo que tiene dos explicaciones: la ortodoxa y la heterodoxa