Falta de tacto o la psicología del escarabajo pelotero.
Siempre he pensado que se debe de respetar la manera de ser del prójimo.
Y, si éste no es sociable, pues dejar que no lo sea. Y si es un cachondo, pues viva el “cachondeo padre, madre y espíritu santo”
Hay gente que, por no saber estar solas o simplemente por salirse con la suya acostumbran a meter la pata y ser cansinos.
El viernes por la tarde estuve merodeando por las azules aguas del Mare Nostrum. Muy frías, pero solitarias, como a mí me gustan. Fue un día positivo en todos los sentidos
El sábado, sólo levantarnos pude ver con cabreo sabatino, que algún hijo de trabajadora de lupanar nos había robado las gafas de bucear de mi esposa, que eran del tipo “ terapéutico” pues llevaban unas espléndidas almohadillas de neopreno para proteger las cervicales. Gafas o máscara de bucear muy caras y raras de encontrar. Además el mar estaba bravo y con componente de levante. No había inmersión.
Tras comer una “fideuá” y ponerme a leer el último libro de Javier Reverte ( no confundir con Arturo) me quedé dormido…Escuché unas molestas carcajadas y por la puerta aparecieron dos personas que no tenía ganas algunas de ver.
Uno fue amigo mío ( y soy muy raro con esta palabra) durante muchos años, pero, la puta política, en este caso el tema de la “ independencia” y alguna otra similar nos ha alejado en estos dos últimos años hasta el punto de apenas hablarnos por tf.
El que lo acompañaba era una amistad de mi familia, o sea mi esposa, mi hija Eilsabet y mía desde hace 28 años.
Cuando lo conocimos él era un delegado de CCOO que había sido despedido del curro. Tras trabajar muchísimo y con inteligencia ejemplar, pocos años después eran un gran empresario con cientos de trabajadores. ¡¡se lo merecía cómo pocos!!
La última vez que hablamos, de eso hace dos años, me comentó tras unas Voll.Damm, de las que en sus buenos tiempos se zampaba entre 12 y 15 días diarias, en ocasiones hasta 24 (sin cirrosis asomando, conste en acta, y por suerte para él) que marchaba con su esposa de “safari fotográfico” (aman a los animales, eso sí) a Sudáfrica, y que, al regreso debía despedir a 60 trabajadores pues la crisis estaba muy jodida. Ni entro ni salgo, pues el ser humano es como es y no me gusta serlo… aunque no me dejaron elegir la especia.
Desde entonces tan siquiera nos saludábamos, y estamos apenas 60 metros uno de otro.
Al llegar aquí yo me pregunto. Si con alguien has dejado de hablarte; si ves que la amistades ya se ha enfriado; si no disfrutas de una buena conversación con alguien por puntos totalmente contrapuestos ¿es lógico despertarlo de la siesta, sagrado invento español junto a la sangría y la paella?
Siento envidia de las personas muy sociables (en ocasiones verdaderos hipócritas y conozco a vari@s ), pero si uno, con el tiempo y la experiencia ha dejado de serlo ¿ no es mejor dejarlo que duerma la siesta y sueñe con lo que su cerebro elija o le dé la gana?
La sociabilidad que quiere imponerse a la soledad es siempre, al menos en mi caso, una forma de intromisión que algunos, yo el primero, no aceptamos.
Ya lo dijo el indio Jerónimo o quién fuera: Mejor solo que mal acompañados