España y la envidia, o, si los lameculos volaran

España es el país de las envidias. Al menos eso dicen. Y yo también opino lo mismo.

Una vez sentí envidia de alguien que fue mi mejor amigo. Cuando lo veía caminar y bromear con su padre sentía envidia. Sí, envidia. No sé si era sana o no.

Pero tenía envidia de ver que él podía hacer algo que yo por desgracia no podía hacer por culpa de una bastarda ( por no decir “puta”, profesión muy comentada y elogiada por algunos en los últimos tiempos), enfermedad que se llevó a mi padre siendo todavía joven.

 

Pero no es de la envidia que voy hablar. Me ha salido así, a bote pronto, al ver por la red que alguien publica hace algunos años un libro sobre la «parte oscura»—según dicen—de Íker Jiménez.

 

Ni entro ni salgo, me meto la lengua o el teclado en cierto lugar; pero lo que no puedo ni quiero evitar pensar es en la palabra envidia… Si los envidiosos volaran, los cielos de España deberían llenarse de semáforos (al igual pasaría con los «astados» y los hipócritas).

 

Pero a lo que iba. Recuerdo que, hará unos 25 años, alguien me convenció para hacerme cargo de las revistas del Grupo Editorial Protusa.

 

Con 34 años más o menos me hacía ilusión ( sería para dar de comer al ego) ser director de alguna publicación, Hasta ese momento mi «escalafón» más alto, por no decir “ empleo” que después me tachan de militaristas ( y, tal vez lo sea) había sido el de coordinador de redacción en la mediocre publicación Karma 7 ( época Armengou-CAT…).

 

No sabía realmente lo que iba a suponer aquel lujoso despacho en la calle Diputación, ni sus consecuencias.

 

Sueldo más bajo que alto, cabreo día sí día también con el editor. Algo más que cabreo cada consejo de redacción: dos veces casi llegamos a las manos el director de arte ( maquetador y punto) y yo. Se quedó en «casi» pues mi «rival» maquetador estaba agotado de tanto lamer el pandero al señor editor.

 

Pero eso eran circunstancias que se pueden dar en cualquier trabajo. Lo peor fue ver la gran cantidad de «amigos» que me aparecieron.

 

Claro, yo era el «dire», el «baranda», que elegía ( se me supone, como en la «mili» pues con aquel editor…) los reportajes a publicar, y hacía las valoraciones con el patético presupuesto que el editor me «otorgaba»  para los colaboradores. Es verdad que actualmente otros ni se acuerdan de hacer las valoraciones, o las editoriales no pagan.

 

Llegaba diciembre: lotes  y felicitaciones de Canarias, Barcelona, Galicia, Valencia… ¡¡cuánto lote!! y ¡¡cuánta pelotilla!!.

 

No, no debéis hacerlo—les decía.

 

E incluso algunos fueron devueltos. Que para sobornos ya tenemos a nuestros queridos políticos ( y al señor Billet, el clan “pujolano” Bárecnas y demás “eminecias patrias”).

 

Todos eran «amigos» míos y me querían mucho.

Tras 4 años y medio aproximadamente, casi cinco, y tras historias para no dormir, afortunadamente dejé el cargo y el Grupo Editorial

 

. Aquello coincidió con uno de los periodos más tristes y amargos de mi vida. Casi diez meses sin trabajar y encerrado en un hospital con un cuerpo casi vegetativo al que veía morir día a día.

 

Cuando la tortura acabó, y la persona querida descansó para siempre de aquel puto derrame cerebral, me di cuenta que la mayoría de aquellos «grandes amigos»,colaboradores, corresponsales…habían desaparecido ¿ abducidos quizá por un E.B?. No, no creo que fuera el caso.

 

Estarían ¡¡¡¡ESTÁN!!! lamiendo otros panderos con sillón en redacción. No todos, claro, pero sí muchos…

 

Tres años más tarde, y cuando apenas sabía de muchos ( no todos) de aquellos «antiguos amigos y colaboradores», corrió la voz ¿ intencionada? que la revista «Mundo Oculto» volvía aparecer, y que mi menda sería de nuevo el «dire, el «baranda», el que pediría o aceptaría los reportajes y valoraría.

 

Podía ser verdad o no, la cosa estaba en un hilo.

 

Pero ocurrió un milagro ¡¡milagro!! llegó el día 29 de septiembre, San Miguel (mejor que la Moritz seguro, aunque no bebo apenas alcohol) y aquel día el teléfono de mi casa se llenó de felicitaciones de varios de aquellos «grandes amigos» que daba por muertos, abducidos o raptados por el Chupacabras.

 

¡¡Felicidades, Miguel!, ¡¡Felicitats, company!!, ¡¡ que sea muy feliz en tu día, Miquel!! se repitió casi doce veces por parte de aquellos «missing».

 

No les salió bien la cosa. No acepté la limosna que por sueldo me daban y le dije al editor Y SU EGO, QUE SIEMPRE VAN JUNTOS, que la revista la dirigiera su abuela si se veía capaz y estaba viva.

 

Aquella sensación de hipocresía me hizo venir a la cabeza, al igual que hoy, la frase «tanto tienes tanto vales».

 

Y para terminar, lo dicho: Si los lameculos volaran ( al igual que los envidiosos) en los cielos de España deberían poner semáforos.

El autor

Periodista y escritor, mis pasos me han llevado a moverme por el mundo del misterio y de todo lo que tiene dos explicaciones: la ortodoxa y la heterodoxa