Es que yo, no dejo de ser un chaval de barrio…al menos para la comida.

Llevo varias semanas pasando días enteros dando vueltas por las montañas de mi tierra. recorriendo ruinas perdidas, buscando megalitos olvidados, ubicando enclaves dónde la heterodoxia o la » otra historia» fueron claves.

Todo ello para mi nuevo libro que espero ver  a la venta en pocos meses.

La mayoría de veces que ando de curro montaraz apenas como nada en 24 horas ya que, cómo jamás desayuno ( desde la » mili» en los » boinas azules» de las FAMET) mis comidas se viene limitando a las cenas, copiosas, eso sí, que, aunque los médicos ( que muchos saben de salud, eso sí, aunque no todos…) dicen que es malo. Pero para malo ya lo soy yo solito.

En mis viajes de estos meses sólo me acompañan en la mochila una de mis muchas  brújula ( Suunto, Recta o Silva), un cuchillo Wooldlore, un cazo para beber agua, y, las máquinas ( soy Nikonista declarado) y los blogs de notas.

No es que sea persona de poco apetito, al contrario. Una vez envié al paro a Gargantúa y Pantagruel.

Pero, la comida me gusta hacerla » tranquilo y bien».

En mis más de 36 años de profesión he recorrido muchos países de cuatro continentes. He comido en muchos lugares, desde los mejores hoteles de diversos países dónde me sentía cómo » Don Ulises» ( personaje del TBO) en sus safaris, hasta ponerme las botas comiendo hormigas fritas en selvas de Mesoamérica o gambas y moluscos de río en países del África Negra, cómo en el caso del delta del río Casamance, siempre vigilando que no apareciera una patrulla del  corrupto ejército regular senegalés y me robara el escaso equipaje con la escusa ( o sin ella) que pudiera ser un «contratista» del enemigo, la guerrilla diola ( cristiano-animista)

De los países árabes que conozco bien no voy a mencionar nada, pues acabo de comer, mal y mucho, pero comido, y podría vomitar hasta por los poros del sobaquillo.

Cada vez que voy a un restaurante o bien un hotel, intento que la comida sea » de casa».

Ayer, regresando de la búsqueda de «cosas raras» para el nuevo libro, acompañado en esta ocasión de mi esposa, nos paramos en el enclave ( que aparecerá en dicho libro) donde se reúnen la « crem de la crem» del mundo empresarial, político ( del pelaje que sea) y deportivo catalán.

Rodeado de Mercedes, BMW, Audis,  Ferraris, Hammer, sentí asco… Me pareció que me observaban cómo si yo fuera un anélido, un gusano…Y, en su histórico y elitista restaurante no hubiera comido ni invitado ( y no soy precisamente de izquierdas, no haya equívocos).

Recuerdo un día, hará más de veinte años, siendo director de una conocida revista especializada, que entré a cenar en el hotel más caro y famoso del Pirineo catalán, donde me hospedaba.

Sin darme cuenta entré con un cuchillo » Aitor 18 survival» al cinto  y una navaja de la misma empresa, pero modelo » Comando» en el bolsillo » claro» del chaleco. Al darme cuenta que todos me miraban, pues además iba de caqui total, pues venía de recorrer la sierra del Boumort para tomar notas para el libro que estaba escribiendo, me saqué todo el » arsenal» al momento y, casi con la cara colorada ( jamás » roja» en mi caso) por el chasco pedí la carta de la » nouvelle cocina».

Me sirvieron un par de «pimientos del piquillo con  gambas al cava».

DOS pequeños pimientos en un gran plato que me  comí pensando que era una tapa gentileza del hotel. Cuando me preguntaron si » comería segundo plato» pude adivinar que » aquello» era el primer plato. Me levanté, pagué lo que me pidieron y me fui raudo al pueblo cercano para comerme una buena » escodella».

Vi  de nuevo que el mundo » pijo» no iba conmigo. Y mucho menos a la hora de comer.

Cuando voy a mi siempre admirada ciudad de Toledo acostumbro a ir a comer con mi buen amigo José Moreno, el mejor cuchillero español ( La Espada Artesana), al  menos para mi gusto. Allí disfruto con los alimentos del » pueblo» , los de » siempre», al igual que hago en mi tierra.

Si voy a Segovia,  Murcia, Sevilla, Granada ,Madrid, Lleida, Girona o dónde sea, siempre acudo, no importa el precio, a comer » comida de la nuestra», de la de » toda la vida».

Hoy, para celebrar los treinta y un años de mi hija mayor hemos ido a un conocido hotel de gran renombre y muy cercano al Paseig de Gracia ( Paseo de Gracia) que, aunque me queda muy cerca de casa, es zona que no me gusta para los llantares.

Tras vestirme d e» bonito» y en plan marca, o sea Lacost y demás pijadas que hacía años que no me ponía, hemos entrado en dicho recinto.

Aséptico, el camarero bien vestido tuteándome, lo que me gusta lo mismo que una exploración manual de inflamación de próstata ( conste que por suerte jamás me han hecho ninguna y hablo por terceras personas) pues me pasa cómo a mi admirado colega, el cartagenero Arturo Pérez Reverte ¡¡pijo en Dios!! que es mi autor preferido y sé que no le gustan los tuteos gratuitos.

La » maitre», para más inri, eslava, con lo poco que me gustan los eslavos ( sí, es muy feo y políticamente incorrecto, pero así es) y con poco dominio del castellano ( supongo que dominaba además del ruso , el inglés y alemán y desconozco sí también el francés…).

El estilo de comida, nuevo para mí y eso que yo me he comido casi todo lo imaginable, sea en el curro, los viajes «reporteriles»,  en mis catarsis de » survival» y » bushcraft», o en mis tiempos de tenorio… ( censurado para menores) muy » moderno», muy » guay», muy «progre» para mi gusto.

He salido hinchado, mal comido, precio excesivo, y además, con la sensación de » no voy a comer hasta el mes que viene» cuándo, en realidad la comida no te ha hecho lleno en el estómago.

Quizá sea que, cuando allá por mediados de la década de 1950 nací en el popular y trabajador ( no me gusta la palabra » obrero») barrio barcelonés del Poble Sec ( sí, muy cerca de mi exvecino Joan Manuel Serrat) la gente, pese a pasarlo muy putas, comíamos caliente y lo » nuestro», lo de toda la vida.

Aunque hace  varias décadas que por suerte dejé ese barrio, dónde ya habían nacido mis bisabuelos, y ahora se sentiría extraño hasta el mismísimo Willi Fox, con el tema de la comida que es algo tan serio cómo el sexo, el trabajo o la amistad,  ne me gusta el «progreso» y la » modernidad»

La comida, la NUESTRA, la  de « SIEMPRE» no la cambio por nada…

Puedo prometer por mi honor que, hace décadas, en tiempos de » vacas gordas» me había dado, por ejemplo el lujo de mamarme una botella de  Moet Chandón en pleno Sáhara marroquí para acompañar un excelente cuscús ( pagado a precio de oro, eso sí) en una haima, pero, no dejaba de ser COMIDA cómo Dios ( o Alá) manda…Aunque soy ateo

Lo dicho, esas comidas » guiris», de la » nouvelle» cocina; esos platos enormes en los que tienes casi que bucear ( y conste que soy buceador titulado desde hace ,más de cuatro décadas) para encontrar algo para llevarte a la boca…¡¡¡no son para mí!!!

Quizá sea que sigo siendo un simple chaval de barrio, aunque con más kilos y menos pelos que en los tiempos del Poble Sec, pero, la comida es Sagrada y, por lo tanto ha de ser la de » SIEMPRE», LA «NUESTRA»

 

Escodella, paella, » xató», cocido, potaje, «fideuá», fabada…Sagrados nombres que, para un ateo cómo yo, forman su divino y sagrado panteón culinario.

Lo demás, frivolidades que ni me llenan ni me hacen gozar…

Quizá sea que me hago mayor, que soy muy conservador ( al menos en la comida…y en otras cosillas también), pero, lo más seguro sea que todavía soy un » chico de barrio» pero que ya ha cumplido los sesenta tacos

Gritemos todos juntos ¡¡¡Viva la comida sana, nuestra y de SIEMPRE!!!…Vivaaaaaaaaaaaaa!!!

 

El autor

Periodista y escritor, mis pasos me han llevado a moverme por el mundo del misterio y de todo lo que tiene dos explicaciones: la ortodoxa y la heterodoxa