Recuerdo a cierta mujer, siendo yo un adolescente, que » se lo trabajaba» entre el Poble Sec ( sí, el barrio de Serrat y los Aracil desde 1875) y el vecino Barrio Chino, ahora El Raval.
Se llamaba o la llamaban «Estrellita». Sin duda no era su nombre, pero se parecía mucho a la famosa cantante andaluza. Incluso llevaba su caracolillo capilar sobre la frente y hablaba con el mismo acento.
Dicha mujer, puta vieja y veterana de la calle de las Tapias y 200 pesetas el servicio normal y 250 si era completo ( Vive la France), siempre aseguraba a quién la quisiera escuchar, que, tras casi cuatro décadas de hacer la calle, ella había tenido tantas experiencias que no la superaba ningún » médico de la cabeza». Supongo que se refería a los psiquiatras o los psicólogos.
No dudo que, cuarenta años de aguantar a todo tipo de gachó o jambo, desde el inocente chaval primerizo y virgen hasta al degenerado que pedía guarradas, deben de servir más que diez máster, tan de moda entre ciertos sinvergüenzas, en salud mental o , incluso, en sociología.
La experiencia la dan los años más que los títulos
Antes de seguir comentar que, la pobre y meridional «Estrellita» acabó neurológicamente destrozada gracias a las palizas de su chulo y una traca final a cargo de un » supermán» de la Séptima Flota que la machacó en un putiferio llamado » La Gamba», en la decrépita calle de Las Tapias
La última vez que la vi fue antes de partir hacia el servicio militar. Me acompañaba un pariente y pseudo amigo desde los tiempos de la cuna y la teta que, por desgracia he vuelto a encontrarme en Face Book, y con apellido de «ex molt honorable» president de la Generalitat… Estrellita iba por las calles del » Chino» enseñando sus añejos y ya patéticos pechos a cualquiera, y soltando tacos con un lenguaje digno del peor de los talegos.
A ciertos escritores de este estimado país, patria de la picaresca, con el permiso de Italia, y más cuando llevas publicados en varias décadas casi tantos libros cómo años tienes ( Barcelona 1955) , te sucede cómo a las meretrices ( putas para los menos cultivados) que te las crees saber todas. pero, siempre llego alguien y te sorprende.
Hoy, por cierto muy cerca de mi antiguo y ya inidentificable Poble Sec, me ha sucedido una anécdota que me faltaba para mi colección.
Conste que tengo muchas, tanto buenas cómo malas.
Para destacar sólo las malas, podría mencionar las diferentes cornadas que algunos editores ( ¿ hijos de la Estrellita? ) te meten para no pagarte los derechos de autor. Soy un experto en este tipo de cornadas de las que ya hablaré algún día con pelos, apellidos y señales.
Mindungis que te plagian cómo bellacos y tan siquiera citan las fuentes. No, no se llaman Pedro o llevan nombre de apóstol alguno. O tal vez sí…
Gente que me recrimina, principalmente desde hace unos años, que, siendo cataloparlante siempre publique en castellano. Oiga usted, cuando me den una subvención, cómo a tantas barrigas contentas lo hago sin duda. pero no creo que llegue el caso
Recuerdo a un tal Ors que, el muy cabrón compraba a la distribuidora y al mayor libros míos sin solapa, y , por lo tanto sin mi foto, y daba conferencias haciéndose pasar por mí. Y firmando libros míos.
Me lo espabilé en la localidad de Rubí y todavía no le ha vuelto el color a la piel. De eso hace casi 30 años. Ahora no le pondría la mano encima. Posiblemente lo demandaría. Aunque no tengo excesiva confianza en la Justicia española. Dicho con todo respeto ( menos en la Justicia ¿? belga, claro está, que no le tengo ninguna)
Pero no me enrollo más y dejo otras muchas anécdotas escritas en mi Moleskine para otro día
Hoy me ha sucedido lo siguiente.
Caminando zona Paral-lel ( Pobla Sec) una chica joven de generoso escote y todavía más generosas ubres se me acerca y me dice textualmente que ha estado con su pareja, que, según ella me admira mucho y lee mis libros, haciendo un viaje con uno de mis libros de rutas y viajes en mano. Que he disfrutado mucho por aquel país.
Que casi todo lo que decía mi libro no lo conocían. Me hace varias preguntas sobre cosillas que no aparecen en dicho libro y le respondo educadamente. Mirando a sus ojos y, en algún momento a otros lugar. pero por respeto a mi esposa vuelvo a mirarle a los ojos.
Cuando ya ha terminado el interrogatorio de la atractiva veinteañera , frontera con los treinta por lo que me parece. me despido y le digo que, si en otra ocasión nos vemos y tiene el libro, si quiere se lo dedico
Lo que voy a contar no es una licencia de autor. es la pura realidad y doy mi palabra que es verdad
La preguntona lectora me suelta a bocajarro: » No, si una vez regresamos del viaje, en total dos semanas, devolvimos el libro a la librería que lo vendía».
Supongo que he puesto cara de idiota o de algo parecido, pues la mastológica lectora ha hecho una sonrisa y se ha despedido con un «a deu»
Soy poco amigo de hacer amigos. y soy respondón y descarado por naturaleza si llega el caso. pero me he quedado cortado.
Tengo claro que, si alguna vez me la encuentro y me hace alguna pregunta sobre algún libro mío voy a darle una respuesta coprolálica.
Pero, también tengo claro que, mucha gente en este estimado país mio, patria de la picaresca, con permiso de los italianos, a los escritores profesionales se nos toma en ocasiones cómo una especie de camaleón que, aunque seea falso, se piensa que vivimos del aire y, estamos sólo para informarles de lo que sea, pero sin que ellos aporten nada
Que los escritores se busquen la vida ( yo sé hacerlo y muy bien, tanto en ciudad cómo en la Naturaleza) deben de pensar muchos «entes» de este estimado país, patria de la picaresca con permiso de los italianos ( sé que lo he repetido tres veces, pero me gusta y punto). Los cuales ven cómo un «malgastar» el dinero gastarse doce euros por un libro, y en cambio lo más lógico para ellos es pagar 20 eurazos por tres mojitos de garrafón.
España, patria querida, qué cantidad de pícaros y de ignorante has parido. Así somos y así nos va. viva mi tierra, que para eso es mía
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