Lotes navideños; “paneras” y lametazos de culo.

 

 

Esta tarde he tenido que esperar más de cinco minutos ya que el ascensor estaba cargado de lotes navideños para los empleados de una conocida marca de cervezas (que por cierto encuentro malísima).

 

Mientras esperaba a que aquellos tres jóvenes, todos ellos de países lejanos (debe de ser que no hay españoles en el paro, supongo) hicieran la carga de los navideños regalos he viajado en el tiempo.

 

He recordado cuando, siendo director de diversas revistas especializadas en misterios y heterodoxia, el mes de diciembre, desde Santa Lucía (patrona de las modistillas) más o menos, llegaban a mi casa un buen número de lotes y cestas.

 

Las de Lluis, mi “lameculos” oficial, al que siempre reñí, pues a su familia le hacía más falta que la mía esas viandas y botellas de cava; la de aquel colaborador de Tarragona, policía de profesión, que siempre enviaba un lote de “su tierra” agradecido por que le publicase algún reportaje (que habías de revisar varias veces por la  mala sintaxis).

La de mi editor y su “socia” ( en mi casa se le llamaba a esa relación “ fulana”) treinta años más joven que él y con dos inmensas glándulas mamarias; el que venía de tierras canarias, del corresponsal en las islas, en el que no faltaba la famosa salsa canarias y las “papas”…Y así muchos más. ¡¡¡Visca o Viva el director que nos compra reportajes, los valora y nos los paga!!

 

Mi difunta madre siempre dedicaba unas horas, creo que para “Nit Bona” (Noche Buena) ayudada de mi hija, por aquellos entonces pequeña y siempre acompañando a su adorada “yaya”, a la que espero jamás olvide, a poner en el suelo de la inmensa cocina, mayor que un piso entero de ciertos barrios, todo lo que me habían regalado, y que ocupaba toda el suelo de la cocina y hacerle una foto (Polaroid).

 

Siempre les decía, menos al adinerado “señor editor”, que en caso de no hacerme el lote se hubiera gastado el dinero en la ruleta, que no hacía falta que me regalaran NADA.

 

Pero todos más o menos decían lo mismo: “Miquel (o Miguel, pero jamás Mijail) es que es un detalle, pues te quiero mucho y te lo mereces”

 

Y así casi cinco años.

 

Pero el destino, la vida y lo peor, una puta desgracia familiar me obligó a estar casi diez meses fuera de “combate”;  casi encerrado en una habitación con un “cuerpo” que tenía el cerebro destrozado (derrame cerebral con hidrocefalia) y que, en la mayoría de veces tan siquiera conocía a su hijo…

 

Pasó el “directorio”; pasaron los lotes y “paneras” navideñas por “amistad” ¿?¿?, y los lametones en el trasero; incluso pasaron las postales o felicitaciones, aunque fueran por teléfono. Y es que, el ser humano, salvo excepciones, SOMOS interesados hasta la muerte.

 

Lo único que no cambió ni cambiará en estas fiestas y cada día del año, fueron las caricias y besos que me daban mis hijos de cuatro patas, Miki y Donald en aquellos tiempos y Vlad y Puma en la actualidad.

Quizá por eso, es más ¡¡¡seguro que es por eso!!! prefiero mil veces la amistad desinteresada de un gato o un perro a los de los  “amigos de interés”.

El autor

Periodista y escritor, mis pasos me han llevado a moverme por el mundo del misterio y de todo lo que tiene dos explicaciones: la ortodoxa y la heterodoxa