Qué mala es la conciencia, ¡¡para quien la tiene!!

Ya sé que es feo reconocerlo, pero, en ocasiones siento envidia de los frescos y de los que, tras hacer una mala jugada duermen tranquilos.

Ser sufridor es una gran putada. Y, cuando la conciencia te machaca lo pasas muy mal y, piensas que, los que no tienen conciencia deben de vivir mucho mejor.

Hoy hablaré de dos examistades mías, que, siendo el Yin y el Yang, gracias a no tener conciencia viven cómo reyes

Se llaman Joan ( antes Juan) y Josep María.

Son dos de las personas más inteligentes y trabajadoras que he conocido. Tienen en común varias cosas que comentaré: Una inteligencia por encima de lo normal; trabajadores hasta niveles patológicos y obsesivos; tremendamente generosos ( jamás dejan que paguen los demás) y, muy poco sociables cuando no, sociópatas ( salvo con algunas excepciones).

Empezaremos por Joan.  Un hombre de mi edad que, siendo apenas un adolescente vino de su  Andalucía natal casi sin saber escribir o leer; era de un pueblo casi abandonado, por lo cual sus padres emigraron a Ripollet, ciudad periférica del llamado » cinturón rojo» de Barcelona.

Juan, que así se llamaba cuando llegó ( más tarde se hizo llamar Joan), recuperó en pocos años, y de una forma increíble, todo los conocimientos que no había podido obtener en su aldea. Y, en pocos años, trabajando duro y pagándose los estudios, llegó, tras hacer el servicio militar y  «encontrar» novia ( amiga y vecina mía del Poble Sec de Barcelona) a cursar estudios relámpago de empresariales, económicas y sacarse no sé qué título ( carísimo) en ESADE.

Con 27 años se había especializado en una materia, que no sé definir ( es que yo soy de letras) que él llamaba en sus escasas bromas, » médico cura empresas».

Lo contrataba una empresa ( y no precisamente familiar) que iba en caída libre y él, en unos meses, cobrando más que un banquero, la hacía  reflotar. Siempre y sin excepción, con un despido de empleados e imponiendo unas durísimas condiciones a los trabajadores » supervivientes».

En las cálidas noches de verano en tierras de Torredembarra ( Tarragona) además de política ( se hizo del ala más dura de Alianza Popular) hablaba con orgullo de su » trabajo».

Un día, siendo mi hija un bebé de pocos meses, me enfadé con él al alardear de cómo, al » fichar» para «curar» una empresa, hacía el cálculo de los » currantes» que iba a ordenar que despidieran.

Se lo reproché, y me llamo » izquierdista» (¡¡ joder!!, con lo inteligente que era, lo idiota que demostró ser, y más, conociendo mis cuerda política). Discutimos y le reproché su manera de » disfrutar» echando gente al paro. Me respondió que » es mi faena y duermo muy tranquilo»

Aquello, más el hecho que su esposa, a la que veo por el facebook en ocasiones, no pudieran tener hijos, y nosotros acabáramos de ser visitados por la cigüeña, hizo que nuestra amistad, franca en un principio, terminara para siempre.

Solamente sé que, vive en la comarca del Garraf en una preciosa torre frente al mar, jubilado y con más pasta que un banco de Andorra.

Ahora es el turno de Josep María.

Lo conocí hace 29 años cuando, siguiendo » órdenes» genéricas del vicepresidente del Gobierno de entonces » Arfonso» Guerra ( es una historia familiar y sarcástica que muy pocos saben)  cambiamos las aguas de la Costa Dorada por las del Cap de Creus ( por suerte).

Josep María era un «liberado» del más poderoso sindicato del país.

Por no sé qué razón se quedó en la calle al igual que su esposa, una granadina ( actualmente radicalmente separatista, aunque ni sabe hablar catalán tras más de cuarenta años en mi tierra).

Con la indemnización montó un pequeño taller de maquinaria.

Al poco tiempo empezó a tener empleados hasta el punto de, a los pocos años superar el centenar y » in crescendo«. Grandes empresas, delegaciones en Italia y la China, y, obsesionado con el trabajo, que no con el dinero, ya que, su generosidad estaba igualada con su escasa simpatía y sus obsesiones políticas.

Tuvimos amistad durante casi 25 años. pero, su obsesión por el independentismo catalán, que era casi su único tema de debate,  y su trabajo,acabó siendo una muralla que nos separó a las dos familias.

La última vez que cenamos juntos, él estaba preparando un viaje de placer de varias semanas por tierras del sur de África. Un viaje que le costó, según nos dijo ( y jamás mentía ni fanfarroneaba)  bastantes miles de euros ( nada para él) al ser él y su esposa.

Tras la cena y la larga sobremesa, donde volvió aparecer el obsesionante tema político por su parte, se quedó unos momentos pensativo. Lo había hecho en otras ocasiones, cuando, tras ingerir más de una docena de Voll-Damm seguidas le cogía un sueño » reparador» en la silla campera o en su preciosa » segunda residencia».

Le pregunté si se encontraba bien. Me respondió que sí, que sólo pensaba en los trabajadores que iba a despedir a su regreso de vacaciones.

Le pregunté, por simple curiosidad cuántos, y, me respondió, con total tranquilidad que, sobre sesenta o setenta, pues tenía que hacer cálculos seguros. Cogió una botella de cava brut ( yo lo prefiero semi) y se » relajó» totalmente.

Aquella noche, estoy seguro que Josep María durmió muy tranquilo.

En cambio yo, que ni me iba ni me venía, pensé que, que tal vez por ser un poco idiota, si tuviera que despedir a un solo empleado, con la puñetera crisis encima (o sin ella) y sin un motivo claro, estaría muchas noches sin dormir ( algo que, sin tener trabajadores a mi cargo ya me sucede hace años por desgracia)

Sin duda actualmente, ya jubilado y traspasada la empresa, y con más dinero que el rey Midas, sus únicos » males de cabeza» serán si habrá » procés» independentista y, si, su equipo ( que es también el  mío) el Barça, gana o pierde.

De los muchísimos empleados que habrá mandado a la calle en casi etres décadas de empresario, ni un remordimiento. Estoy seguro de ello.

No sé si envidiar a Joan y Josep María, o sentir asco. Pero, siendo todos de la misma edad, sin duda ellos viven cómo reyes y yo, cada día tengo que romperme las «pestañas», intentando ganarme la vida con mis libros y mis reportajes, y luchando por cobrarlos

Creo que, por desgracia para mí, siento envidia, pero no de la sana

El autor

Periodista y escritor, mis pasos me han llevado a moverme por el mundo del misterio y de todo lo que tiene dos explicaciones: la ortodoxa y la heterodoxa