Pero…¿Jesucristo también maldecía y jorobaba a la gente?
Corría la primavera de 1997 y fui invitado por la televisión nacional de Andorra ha presentar mi libro Itinerarios por la Cataluña mágica y la Andorra misteriosa. Después de contestar a las preguntas que el entrevistador Jan Narbona me hacía sobre los misterios del pequeño principado pirenaico, me despedí de los técnicos y como aún era temprano para ir a cenar, decidí dar una vuelta por Andorra la Vella. Muy cerca de una iglesia románica había un establecimiento mas o menos parecido a una librería esotérica a los que conocia de cuando sus dueños vivían en Barcelona. Les pregunté si tenían mi último libro, el que estaba promocionando en la televisión, y la contestación fue fulminante: “Los curas no nos lo dejan tener” ( debemos aclarar que los propietarios reales de la tienda, era la Iglesia). Pregunté por qué razón los “curas” no querían que se vendiera el libro, a lo que me contestaron, que algo de lo que decía sobre Andorra, les parecía “pecaminoso”. Me despedí con mi eterna convicción de que una de las peores dictaduras es la que lleva sotana, y al fin y al cabo, ya la “Iglesia” había recomendado hacía años, no leer mi libro Montserrat, montaña mágica o mas recientemente el La Cataluña bruja. Siempre me quedé en la duda de si mi “pecado” había sido contar la historia esotérica-sexual de la “Dama Blanca” de Albinyana, donde un obispo de la Seo de Urgell, además de copríncipe de Andorra, salía un tanto mal parado, o sencillamente el haber resucitado la leyenda del lago de Engolasters, en la que Jesucristo había “maldecido” a un pueblo entero, cosa que al parecer no gustaba a los eclesiásticos andorranos.
Y es que como yo contaba haciendo referencia al célebre lago andorrano, nuestra geografía, incluyendo la andorrana, está plagado de lugares donde según cuenta la leyenda, nada mas y nada menos que Jesucristo, se había dedicado a maldecir a pobres aunque egoistas gentes que le habían negado pan, agua, albergue o cualquier cosa por el estilo.
La leyenda se repetía correosamente en toda la Península Ibérica, con algunas variantes, pero con unos factores comunes: Jesucristo en persona pero ataviado de peregrino o mendigo, iba a un pueblo, pedía pan, agua o lugar de reposo, la gente se lo negaba y Jesús “maldecía” el lugar que poco después sufría algún tipo de desgracia, desde una inundación que acababa con casi todos los habitantes del lugar, hasta convertir en piedra algunas propiedades de la poco piadosa gente del pueblo.
Hemos querido presentar en este libro, un par de ejemplos de una “maldición” hecha según la tradición por el mismo Jesucristo. De esta manera podemos ver que “maldecir” era algo tan normal entre los cristianos, que hasta creían que el mismo Jesús, el Hombre que predicó el Amor al prójimo, podía maldecir un lugar ( a los sacerdotes con que he comentado este tema, les gusta mas la palabra “castigar” que “maldecir”, pues tiene mas aureola de “justicia”)
El del andorrano lago antes mencionado es un buen ejemplo (existen otras leyendas muy parecidas o prácticamente iguales, como las del lago pirenaico de Calandrá). Hace muchos siglos existía un floreciente pueblo que se llamaba Engolasters, y se hallaba encaramado en las maravillosas montañas andorranas. La gente vivía muy bien gracias a sus ganados, sus ricos pastos, sus fecundos cultivos, pero dice la leyenda que aquella manera regalada de vivir había hecho que se volvieran avaros y terriblemente duros de corazón. Una fría tarde de invierno, cuando la nieve cubría las montañas y los valles, apareció por allí un mendigo, quizá un peregrino que fatigado, muy cargado de espaldas y famélico, pidió comida por todas las casas del pueblo. Nadie quiso auxiliarlo, por lo que decidió dirigirse al horno de pan,donde una gruesa panadera estaba haciendo la hornada del día, y allí también, aunque de una forma menos dura, le negaron el alimento. Cuando el pobre hombre, que no era otro que Jesucristo, iba a marchar del pueblo, una doncella que trabajaba en el hostal se acercó y le dio algo de comer. El anciano le besó la mano y le dijo: Gracias hija mía, tu has sido la única que me ha ayudado, pero ahora vete corriendo, lejos de este pueblo, pues todo él será arrasado por su falta de caridad. Y al poco de marchar la jovencita hacia las cercanas montañas, un terrible trueno anunció la llegada de una tormenta infernal que inundó todo el valle y se tragó a su población. Desde entonces aquel valle inundado es el turístico lago de Engolasters. Como vemos, Jesucristo castigó o “maldijo” al pueblo por su falta de consciencia y llevó la ruina y la muerte a sus habitantes.
El otro ejemplo de “maldición crística” es la que corresponde a los misteriosos “pallers” ( “pajares”) que se encuentran en la casi abandonada localidad medieval de L´Aranyó, muy cerca de la “brujeril” ciudad de Cervera. Este pequeño pueblo está presidido por un majestuoso castillo del siglo XII; actualmente aún habitado, y a unos pocos de cientos de metros detrás del castillo, entre campos de cultivo, se levantan fantasmagóricamente dos inmensas y solitarias rocas con la forma increiblemente parecidas a dos pajares de forraje para animales. No se sabe exactamente su origen ,pues mientras unos investigadores aseguran que son dos antiguos megalitos hechos por el hombre prehistórico, los únicos en toda aquella comarca leridana ( La Segarra), otros están convencidos que son de origen natural y fruto de la milenaria erosión de la escasa lluvia y el viento que sopla en la zona. Sea su origen el que sea, lo que prevalece como “origen” entre los habitantes de la zona, es una leyenda que nos habla de un pobre hombre, posiblemente un peregrino que recorría la zona, probablemente en dirección Coll de Nargó, donde pasaba un ramal del Camino de Santiago.
Cansadp y hambriento pidió comida y un lugar donde dormir a los dueños de aquellas tierras, y estos se lo negaron, entonces les pidió solamente un poco de paja de aquellos inmensos pajares que había cerca del pueblo para acostarse, y de la misma forma, el terrateniente al que pertenecía todo aquello volvió a negarse a dar nada al pobre y afamado hombre, que como ya podemos suponer era Jesucristo que estaba probando a aquella gente.
Ante la última negativa, Jesús maldijo al dueño de las tierras y los pajares y le dijo: Que tus pajares se conviertan inmediatamente en piedra (1) lo que al parecer se cumplió en el acto, y desde aquel lejano atardecer, lo que habían sido inmensos y codiciados pajares, se convirtieron en dos grandes rocas que sirven actualmente para celebrar actos esotéricos y de adivinación a algunos aficionados al ocultismo que acuden en fechas concretas al lugar.
Una vez presentados estos dos casos, dejamos bien claro que la figura histórica de Jesús de Nazaret ( no de Belén, población que al parecer se fundó cuatro siglos después del nacimiento de Jesucristo) (2)nos merece todo el respeto del mundo, y que solo hemos presentado estos casos como ejemplo de que la “maldición” era algo habitual entre los cristianos en la antigüedad, a los cuales les parecía de los más lógico, que Jesucristo hiciera de vez en cuando alguna “inspección” in situ y que si no quedaba contento, simplemente lanzara una maldición sobre aquellas gentes y la desgracia les llegaba rauda.
Después de leer estos casos, escogidos al azar, no nos extraña que aún hoy, como en el caso del obispo ortodoxo antes mencionado, algunos sacerdotes no tengan ninguna manía a la hora de maldecir a algo o a alguien. Personalmente lo llamamos “falta de caridad cristiana”, pero que cada cual juzgue según sus creencias.
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- Ver Gran guía de la Cataluña mágica. Miquel G. Aracil. Ediciones La Espiral
- Jesús, ese desconocido, Juan Arias. Editorial MAEVA.