Turrones, mazapanes y dulces navideños: tradición y simbología mágico-religiosa.
Sabemos que desde la más remota antigüedad, en tiempos solsticiales era habitual regalarse entre los miembros de una tribu, una aldea o el núcleo familiar correspondiente, regalos y obsequios como una forma simbólica de fortalecer unos vínculos sociales que se creía que, al ser efectuados en esas fechas mágicas y sagradas, serían mucho más duraderos.
Con el solsticio de invierno, el Astro Rey indica que ya está presto a volver, a ser un poco más “generoso” día a día con su vitalizante luz,
El hecho de obsequiarnos mutuamente es una forma de magia simpática que intenta imitar al más importante para el hombre, astro del Universo.
Los obsequios podían ser de muchos tipos, entre ellos los alimenticios, que con el paso de los siglos, han ido derivando casi exclusivamente a diversos tipos de dulces, cada año más sofisticados, pero sin poder destronar a los clásicos de “toda la vida”.
Los dulces navideños.
Las confiterías y tiendas de comida ofrecen en sus escaparates una abundancia eructante y pesada que, por la vista, ataruga el estómago. Estas palabras no las ha dicho un “antimaterialista” navideño hace unos días. Las dijo ni más ni menos que el autor de Fortunata y Jacinta, y Los episodios nacionales: Benito Pérez Galdós (1843-1920).
Nuestro insigne literato parece ser que desconocía, o por lo menos obvió, el origen sagrado y esotérico de tan generosas cantidades de dulces, principalmente, que se observan en las tiendas de comestibles en Navidad.
Parece ser que su origen está vinculado al culto al trigo, alimento primordial de Europa desde tiempos inmemoriales.
En un principio, todos los alimentos dulces que se consumían en tiempos solsticiales, llevaban como ingrediente común, el trigo, considerado por muchos pueblos como un regalo de los dioses.
El psicólogo Rodríguez Bonfill nos dice al respecto que “simboliza [el trigo] el don de la vida y la inmortalidad, el ciclo eterno de la fecundidad, el cual es representado por el ciclo biológico de: grano, siembre, vida, cosecha, muerte, grano y vuelta a empezar”.
Es cierto que, todos sin excepción, los dulces que desde tiempos de los griegos y romanos se comían durante el solsticio de invierno tenían como elemento común el trigo, muchas veces acompañados con otros elementos dulces, como la miel, el azúcar, la planta del anís, o las pasas (famosas las de la ciudad de Corinto).
Como elemento sagrado y símbolo central del más importante y celebrado ritual de inmortalidad, lo vemos durante la misa en la Santa Ostia, que es para los cristianos el cuerpo del mismísimo Jesucristo.
Son muchos los pueblos europeos que hasta bien entrado el siglo XX, tenían por costumbre guardar la primera gavilla de este cereal para elaborar los panes y dulces que se comerían en las navidades.
El etnólogo y folklorista Violant i Simorra en un amplio trabajo sobre las tradiciones mágicas de los Pirineos, añade que, incluso con esta primera gavilla, se fabricaba algún tipo de figura, con una forma concreta, y se clavaba en el suelo ( Madre Tierra) hasta llegada la fecha de su utilización.
Desde los primeros tiempos en que se empieza a celebrar las fiestas navideñas, estos granos de trigo guardados como protección de la fecundidad, sirvieron para elaborar el popular en toda Europa, Pan de navidad, de dónde derivarían los famosos panetone italianos, regalo inexcusable de todo turista que visite Italia, o las tortitas de Navidad, redondas, elaboradas con trigo y miel, que de origen posiblemente heleno, pasaron a los cristianos romanos, y que dieron casi con toda seguridad, origen al circular roscón de Navidad.
El Pan de Navidad que actualmente muchos comen en dichas fiestas, en ocasiones con otros nombres, en la antigüedad fue ante todo un talismán protector, pues en ocasiones lo llevaba bajo el brazo la mujer que lo había elaborado, a la Misa de la noche de Navidad o del gallo, donde era bendecido, para seguidamente ser colocado durante todo el año en lo alto de un armario, como protector contra todo tipo de males durante doce meses.
Más tarde este Pan de Navidad tomaría en algunos casos la forma de un rosco, como el actual, y tras ser bendecido, se cortaba en porciones, algunas de los cuales eran comidas por los miembros de la familia, y un gran trozo guardado como protector de la salud familiar.
Turrones, mazapanes, barquillos y otras delicias.
Hacer una relación de todos los dulces navideños que se comen en el mundo, sería una labor imposible de abarcar en pocas páginas, pero existen algunos que, debido a su fama y ser clásicos de los hogares españoles, merecen ser mencionados como parte fundamental de la repostería navideña.
Entre todos los dulces navideños, el turrón es el rey indiscutible.
No esperemos saber su verdadero origen, pues existen tantas teorías como investigadores del tema, pero lo que sí podemos asegurar es que nació en algún lugar del Mediterráneo, pues sus dos elementos básicos, la miel y las almendras, son comunes a dicha zona.
Tenemos noticias que nos cuentan de su existencia, con algún nombre que hoy desconocemos, en los primeros tiempos de la cultura griega clásica. Así existe un documento griego que nos dice que durante la Olimpiada celebrada el año 662 antes de nuestra era, alrededor del majestuoso templo de Zeus, estaban ubicados distintos tenderetes que vendían una especie de dulce elaborado con almendras, y posiblemente miel.
Otros creen que el actual turrón es de origen judío, concretamente de su famosa halva y que pudo ser adoptado por los cristianos en la Edad Media.
Tampoco falta quien lo hace de origen árabe, basándose en algunos relatos de las Mil y una noches en que se describe un dulce parecido al famoso turrón de Alicante.
Antes de dejar al rey de los dulces navideños, añadiremos que, para otros, su origen es mucho más cercano, concretamente el año 1703, en que una epidemia de peste que asoló a Barcelona y contaminó a muchos alimentos, lo cual hizo que se convocara un concurso para inventar un alimento que durara mucho tiempo. El primer galardonado fue Pau Turróns, que daría nombre a dicho dulce. Este mismo episodio otros lo sitúan en el asedio de las tropas castellanas a Barcelona el año 1714.
Sea como sea, en el siglo XVI ya se había extendido, principalmente en el mundo rural la costumbre de comer algo muy parecido al turrón, y que algunos llamaban dulce de Navidad, denominación que perduró hasta finales del reinado de Fernando VII.
Los barquillos o neulas, conocidas en la Edad Media como nébulas, están bien documentadas, y así tenemos noticias de su uso como postre navideño desde tiempos del rey Jaime I el Conquistador que en el año 1267, pagó una verdadera fortuna (diez dineros)por un centenar de éstas, para él y sus amigos.
En tiempos de Miguel de Cervantes vemos que se les denomina también canutillos de suplicaciones, por lo que sospechamos tuvieron un origen religioso, siendo quizá depositarias simbólicas de algún tipo de deseos, que eran devorados por alguien en concreto, quizá el mismo que hacía la petición.
Parece ser que ya en la antigüedad clásica se comían, rellenos de miel.
El mazapán ha sido también tema de debate entre historiadores de la cocina, y así, mientras algunos lo hacen de origen alemán, otros lo atribuyen a los macciapanes comidos en territorio veneto( zona de Venecia) pero es muy probable que su origen sea musulmán, y que se empezaran a elaborar en la imperial ciudad de Toledo, donde es fama que se producen los mejores mazapanes del mundo, como así lo demuestran las decenas de tiendas en que se pueden observar espléndidas figuras e incluso edificios elaborados con este dulce. Teófilo Arroyo en su tesis doctoral asegura que, el primer mazapán que se fabricó en España, tuvo su cuna en un convento de Toledo, posiblemente en el de San Clemente, el año 1214.
El roscón de Reyes.
Terminaremos este dulce recorrido con el afamado roscón de Reyes.
Su origen es más moderno que los otros postres, ya que hasta el siglo XII aproximadamente ( depende de la zona) la Epifanía se celebraba con gran ascetismo, y la prohibición radical de comer carne, así como otros productos en demasía.
Es ya a partir del siglo XIII que se empieza a popularizar un gran pan dulce, de forma redonda, y que en su interior en muchas ocasiones guarda una haba, símbolo para muchos del ciclo muerte-renacimiento.
Este sabroso dulce, está desde el siglo XIX ya presente en prácticamente todos los hogares españoles, siendo exportada la tradición a algunos países que fueron colonias españolas.
En unas fiestas alegres y familiares como la Navidad, no podía faltar de ninguna de las maneras la dulzura de un buen postre, para endulzar aún más las que sin duda son las festividades más íntimas y alegres dentro del mundo cristiano.
Recuadro
En el considerado habitualmente como mercado más antiguo de Europa, el de Viena, situado cerca del ayuntamiento, en el año 1278 se empezaron a vender pastelillos con la forma del Niño Jesús, tradición que se extendió a otras regiones cercanas.
Recuadro
La costumbre de comer dulces durante el solsticio de invierno, es tan antigua que, aun hoy, es prácticamente imposible certificar sus orígenes, siendo el origen de cada uno de los sabrosos productos, un verdadero arcano, pues hay mil tradiciones distintas y muy localistas, aunque sin duda estos postres tuvieron un origen mágico-religioso y muy posiblemente nacieron en algunas de las culturas que florecieron en las orillas del Mediterráneo.
Sabías qué
En algunas zonas del Pirineo, sur de Francia y principalmente Andorra, lugares donde el culto arbóreo ha estado presente hasta tiempos relativamente recientes, un dulce muy común es el tronco de Navidad, un pastel con forma de tronco de árbol relleno normalmente de chocolate.