Carta a Doña Leticia Ortiz, Reina consorte de España
Señora:
Me dirijo respetuosamente a usted cómo ciudadano, y, jamás me atrevería a llamarle colega, ya que usted tuvo la suerte de poder dejar la muchas veces desagradecida profesión dedicada a » formar e informar»
Pocos meses antes que usted naciera en 1977 yo había terminado mi bachiller superior con la reválida y aquellas monsergas de tiempos pasados y, en una clase de 15 muchachos y dos chicas, yo era el único que YA era monárquico, cuando lo que se » llevaba» entre los estudiantes era ser antifranquista, de izquierdas o, los menos, profalangistas y miembros de la O.J.E.
Yo era el único monárquico.
Yo, Señora, ya en aquellos tiempos me peleaba por defender una monarquía que sonaba a «extraño» en una España que todavía andaba, al igual que sucede hoy, dividida en dos, tres o cuatro Españas distintas, pero con unas tendencias monárquicas escasas, y menos entre gente de mi edad.
Incluso cuando cumplí los dieciocho años quise hacerme miembro de una asociación monárquica y liberal a la que no pude ingresar ya que mi abuelo paterno, con el que jamás tuve excesos de cariño, era miembro desde hacía décadas y me cerró la puerta.
Por dicha razón, por mis varias décadas de monárquico me atrevo a escribir esta carta que, creo que tengo derecho de escribir, aunque usted jamás la lea.
Que usted y su Real suegra llevaran a cabo el desagradable desencuentro de hace unos pocos días en público me pareció sumamente desafortunado y, un verdadero caramelo para la prensa amarilla y, peor, para los que desprecian la monarquía por anacrónica; aunque algunos de estos ciudadanos aplauden o callan ante genocidas cómo el «rey-rojo» de Corea del Norte, o los dictadores perpetuos de China, Cuba o Venezuela.
Pero no dije nada ya que lo consideré un » affaire» de familia y, en todas las familias hay «enganchadas» si usted me permite esta licencia literaria y coloquial.
Mi familia la componemos siete miembros: tres de dos piernas y el resto de cuatro patas y, siendo pocos y pobres también tenemos nuestro desencuentros. Pero siempre en » familia» ya que, los trapos sucios se lavan en casa.
Lo que ya no le permito y por eso, para mi usted ha dejado ser ser una reina modelo cómo reina de mi país, España, es lo que he escuchado hoy mismo, de hecho hace apenas una hora y de fuente bien informada y que ya lo había escuchado de rumores, aunque suponía que provenían de gente republicana y de esa quinta columna, algunos de escasa calidad democrática por comunistas o anarquistas, que tan poco me gustan.
El hecho es que, sus órdenes o quejas conforme no debe de arriarse o izarse la bandera en el Palacio Real si sus hijas , las Infantas duermen, pues el toque de corneta las puede despertar me desmerece su calidad cómo Reina de todos los españoles. Seamos monárquicos, que seguiré siéndolo siempre, o republicanos
Cuando alguien acepta ser reina debe de comportarse cómo tal. Para lo bueno, que es mucho, y para lo malo, que también lo hay sin duda..
Como dice un viejo proverbio, que menciono con todo mi respeto,. » la mujer del César no sólo ha de ser decente, sino que debe de demostrarlo»
Me despido de su Majestad con dos gritos que siempre he llevado en mi corazón, pues soy ateo cómo usted y no tengo alma . Y que los grito en catalán, mi idioma materno.
¡¡ Visca el Rei !! i ¡¡Visca Espanya !!